Los cuatro años que transcurrieron entre 1989 y 1992 supusieron, para esa cada vez más extendida raza que somos los amantes del cómic y el cine, el afortunado encuentro con sendas producciones que parecían augurar el comienzo de una edad de oro en el que séptimo y noveno arte irían de la mano. Y aunque finalmente no fue así, y habría que esperar al cambio de siglo para entrar en el estado de euforia actual, ello no es óbice para que aquellos cuatro filmes sigan estando muy presentes en el imaginario de los “cinéfilos-comiqueros”.
En 1989 llegaba ‘Batman‘ (id, Tim Burton) revisión en clave gótica del personaje creado por Bob Kane en el que un Joker magníficamente interpretado —aunque muchos podrían decir que sobreactuado— por Jack Nicholson robaba todo el protagonismo a un Michael Keaton tan sobrio como apático. Con un diseño de producción fastuoso de la mano del fallecido Anton Furst, y una excelsa banda sonora de Danny Elfman, ‘Batman’ fue un bombazo de taquilla que sirvió como trampolín definitivo en la carrera de Tim Burton. Un año después se estrenaba ‘Dick Tracy‘ (id, Warren Beatty, 1990) objeto de esta crítica y que analizaremos de forma pormenorizada en los párrafos siguientes. 1991 suponía el desembarco de ‘Rocketeer‘ (‘The Rocketeer’, Joe Johnston), una delicia de regusto clásico que trasladaba de forma portentosa esa obra maestra que es el cómic de Dave Stevens. Y el año de las Olimpiadas y la Expo llegaba a nuestras pantallas ‘Batman vuelve‘ (‘Batman returns’, Tim Burton, 1992) segunda entrega de la saga inicial del hombre murciélago cuyo mejor acierto fue la sensual Catwoman a la que ponía cuerpo y rostro la bellísima Michelle Pfeiffer.
No cabe duda de que los años han tratado de forma desigual a este cuarteto: mientras ‘Rocketeer’ conserva intacto el cariño con el que se hizo y ‘Dick Tracy’ ha ganado, y mucho, con el tiempo, no me atrevo a afirmar lo mismo de las dos entregas de ‘Batman’. Y no ya por que la trilogía de Nolan las haya dejado obsoletas, que también, sino porque las dos décadas que han transcurrido desde su estreno han evidenciado las muchas carencias tanto de la primera como de la segunda en cuanto a guión, siendo en este sentido muy alarmante el tono desmesurado y absurdo de ‘Batman vuelve’.
Dick Tracy. El cómic
Durante los cuarenta y seis años que separan 1931 de 1977, ‘Dick Tracy’ fue la criatura de Chester Gould, dibujante y guionista que ha pasado a la historia del noveno arte por una creación que figura por méritos propios como una de las mejores tiras de cómic jamás publicadas. Pionero en la introducción de la violencia y crudeza del Chicago de los años 30 en las viñetas de un periódico, Gould caracterizó ‘Dick Tracy’ desde muy temprano como la perfecta traslación al cómic de los clichés que después terminarían asociándose al cine negro, y su máximo hallazgo fue, no cabe duda, la inmensa y singular galería de villanos a la que, con el paso de los años, iría enfrentándose su detective.
De estructura argumental repetitiva en torno al caso de turno —plasmando Gould procedimientos policiales e incluso datos forenses para resolver los crímenes— serán los villanos y la persecución de los mismos por parte de Tracy lo que obsesione al autor y, en última instancia, caracterice mejor que nada a una tira que iría evolucionando con las décadas, reflejando el autor los gustos populares tales como la pasión por el espacio de los sesenta o el movimiento hippie de los setenta, sin perder nunca, eso sí, su característico trazo.
Dick Tracy. La película
Programas de radio, seriales de cine y televisión, cuatro filmes producidos por la RKO, series de imagen real y animada para la caja tonta…no se puede decir que Dick Tracy no hubiera conocido contrapartidas en movimiento antes de que Touchstone estrenara la cinta que hoy nos ocupa en 1990. Un estreno que había empezado a prepararse quince años antes, cuando Warren Beatty, lector habitual del trabajo de Gould y fan declarado del mismo, comenzó a trabajar en el concepto que terminaría convirtiéndose en su cinta más arriesgada como realizador.
Con los derechos sobre la adaptación cambiando de manos constantemente durante diez años; un guión de Jim Cash y Jack Epps Jr. —autores del libreto de ‘Top gun‘ (id, Tony Scott, 1986)— que no paraba de ser reescrito y que Max Allan Collins, el sucesor de Gould en los guiones de ‘Dick Tracy’ y creador de ‘Camino a Perdición‘, describió como “terrible” y constantes rumores acerca de nombres como Spielberg o Landis que eran invitados a sacar el proyecto adelante mientras que otros como Eastwood, Harrison Ford, Gere, Selleck o Gibson sonaban como posibles protagonistas, no sería hasta 1985 que Beatty decidiría optar el mismo a los derechos del personaje, precipitándose entonces un acuerdo con Disney a la llegada de Jeffrey Katzenberg a los estudios que provocaría la luz verde a la filmación en 1988.
Condicionado mediante contrato previo a no pasar de un presupuesto de 25 millones de dólares —contrato que Disney obligó a firmar a Beatty dada la fama de derrochador que le había granjeado el rodaje de ‘Rojos‘ (Reds, 1981)— Beatty terminaría gastándose 47 millones en la producción, una cifra a la que habría que añadirle los 54 que Disney invirtió en una campaña publicitaria caracterizada por esos magníficos carteles que imitaban los dibujos de Gould sobre fondo negro. Novena cinta más taquillera de 1990 en Estados Unidos, y duodécima a nivel global, Disney terminó cubriendo gastos a nivel local con los 103 millones que la cinta recaudó en tierras americanas, quedando la inevitable secuela en el limbo dado el descontento de la compañía para con una película de la que esperaban un éxito tan gargantuesco como el que había amasado ‘Batman’ el año anterior —251 millones en Estados Unidos y 411 a nivel global—.
Recordada sobre todo por su reparto, en el que Beatty incluyó nombres como Al Pacino, Madonna —horrible como femme fatale—, James Caan, William Forsythe, Dustin Hoffman, Mandy Patinkin o Paul Sorvino, y por la maravillosa labor de Vittorio Storaro en una fotografía que le valdría una nominación a los Oscars —premio que le arrebataría Dean Semler por su no menos prodigioso trabajo en ‘Bailando con lobos‘ (‘Dances with wolves’, Kevin Costner, 1990)— ‘Dick Tracy’ es una cinta que ha envejecido estupendamente bien en los casi veintitrés años que han transcurrido desde su estreno.
La anterior afirmación no está tan relacionada con un guión que reflejaba de forma directa el espíritu de un cómic que nunca tuvo suspense —Tracy siempre ganaba—, sino más bien por la férrea voluntad de Beatty y todo el equipo creativo de rodar una cinta que transmitiera al espectador similares sensaciones a las que un lector de cómics pudiera tener al leer cualquier tira ideada por Gould. Con ello en mente, el director tiene claro desde un primer momento que la galería de villanos tal y como los imaginaba el artista tenía que ser parte fundamental de su traslación a celuloide, algo que interminables capas de maquillaje terminarían consiguiendo con unos personajes que, al igual que en las tiras, reflejan en su rostro lo torcido de su alma.
Hay quien ha querido ver en esta decisión de Beatty un punto de apoyo para arremeter de frente contra la cinta, fundamentando sobre todo su crítica en la exageradísima interpretación que Al Pacino hacía de Big Boy Caprice. Pero lo que dichas críticas no aciertan a ver es que la esperpéntica bidimensionalidad del villano de la función es perfecto y preciso reflejo de lo que Chester Gould describía en su creación, una bidimensionalidad cuya importancia sería entendida a la perfección por Beatty y terminaría impregnando de principio a fin el metraje. Sólo así se explica la extrema artificiosidad de los decorados —la cinta se iba a rodar inicialmente en exteriores de Chicago pero el director artístico terminó decidiendo que era mejor hacerlo en los estudios Universal en California—, la temprana decisión del realizador de filmar utilizando la paleta básica de siete colores propia del cómic o el hecho de que, como comentaba Storaro en su momento, “uno de los elementos fundamentales de la cinta es que la historia está contada en viñetas, y lo que tratamos fue no mover la cámara. Nunca. Tratamos de hacer que todo funcionara dentro del encuadre”.
Esta decisión es la que provoca esa gran cantidad de secuencias en la que tanto el primer como el segundo plano están igualmente enfocados —cómico es aquél en el que se ve más cerca de la pantalla un tarro de chili mientras en el fondo queda encuadrada la entrada al despacho de Tracy— y, sobre todo, que la artificiosidad de la totalidad del metraje nunca sea percibida por el espectador/lector como algo ajeno. A fin de cuentas, los lenguajes propios del séptimo y el noveno arte se deben muchísimo de forma mutua, y el esfuerzo hecho aquí por la totalidad del equipo creativo para conseguir un filme que aunara las particularidades de ambos es encomiable.
En lo que al reparto respecta, Beatty encarna a un Tracy que se aproxima bastante a lo que podíamos ver en el cómic, un héroe sin emociones ni complejidad en la descripción de su personalidad al que el actor le aporta algo —no mucho, no crean— de humanidad, sobre todo en la relación paterno-filial que se establece con el “Chico”, un claro homenaje al filme homónimo de Charles Chaplin. Con el resto de actores enhebrando un trabajo más que correcto, donde el casting falla estrepitosamente es en una Madonna que, a mitad de camino entre su propia y ecléctica personalidad y la de una Marylin Monroe a la que trata de imitar sin conseguirlo, no convence como Breathless Mahoney —su elección no respondió más que al hecho de que en aquél momento mantenía una relación sentimental con Warren Beatty—.
Al igual que ‘Batman’ el año anterior, ‘Dick Tracy’ cuenta con una inspiradísima partitura compuesta por Danny Elfman: con el mismo carácter heróico sinfónico del que hacía gala la cinta de Burton unido de forma indeleble a las ocho notas que conforman el tema de Tracy, donde Elfman consigue aquí sus mejores momentos es en la concreción de los temas líricos asociados a Tess y Breathless. El primero, relacionado de forma íntima con el motivo del héroe, refleja a la perfección la inocencia del personaje; mientras que el segundo evoca un dramatismo arrebatador que adelanta, qué duda cabe, lo imposible de la relación entre ella y el detective.
Como decía más arriba, ‘Dick Tracy’ es una cinta que con los años ha ido ganando en matices, convirtiéndose, al menos en la opinión del que esto suscribe, en una de las mejores adaptaciones de cómic que se han hecho a la gran pantalla y resultando la arriesgada apuesta de Warren Beatty como una de las más visionarias aproximaciones que se han hecho al mundo de las viñetas desde el séptimo arte junto a filmes tan incomprendidos como ‘300‘ (id, Zack Snyder, 2006) o ‘Watchmen‘ (id, Zack Snyder, 2009).
domingo, 14 de diciembre de 2014
viernes, 12 de diciembre de 2014
Critica de Superman 1978
Ficha tecnica:
Director - Richard Donner, Guión - Robert Benton, David & Leslie Newman & Mario Puzo sobre una historia de Puzo basado en la historieta de Joe Shuster & Jerry Siegel creada para la DC Comics
Elenco:
Christopher Reeve (Superman/Clark Kent)
Margot Kidder (Lois Lane)
Gene Hackman (Lex Luthor)
Marlon Brando (Jor-el)
Argumento:
El científico Jor-El intenta convencer al consejo directivo de Krypton que un cataclismo se cierne sobre el planeta y que terminará por destruirlo. En vista de la falta de respuesta, decide lanzar una nave espacial justo antes que el planeta explote. En su interior viaja su hijo, Kal-El, único sobreviviente de la masacre. La nave se estrellará en el planeta Tierra, y pronto el niño será recogido por el matrimonio Kent, quienes lo adoptarán como propio. No pasa mucho tiempo antes de que el muchacho comience a exhibir facultades sobrehumanas, como una fuerza descomunal y habilidades especiales, fruto de la exposición al Sol de nuestro sistema solar. Ya adulto, Kal-El - ahora convertido en Clark Kent - se insertará en el mundo humano adulto como un periodista del prestigioso periódico El Planeta de Metrópolis. Y cuando la ocasión lo amerita, se transforma en el justiciero Superman, un superhombre guiado por la causa del bien y dispuesto a salvar vidas humanas. Pronto Superman deberá enfrentarse con los planes del despiadado Lex Luthor, quien planea explotar dos bombas atómicas en la falla de San Andrés - lo que terminará por provocar el hundimiento de California en el océano - para valuar a precios exhorbitantes las tierras que ha adquirido en zonas alejadas de la costa, y transformarlas en una riviera de lujo. Pero semejante disparate sólo puede culminar en una masacre millonaria en vidas... algo que el hombre de Kryptón deberá evitar con los tiempos justos.
Critica:
Superman es el padre de los superhéroes modernos. No por el simple dato anecdótico de su antigüedad (su primera tira data de 1938), sino por su importancia como fenómeno cultural que terminó por originar a toda la industria moderna del comic. Lanzado en la Action Comics del mencionado año, el personaje pronto sería inmensamente popular y generaría un nuevo género. Infinidades de superhéroes con poderes (similares o diferentes a Superman) poblarían por décadas las páginas de los comics, pero muy pocos alcanzarían la longevidad y el status de culto del hijo de Kryptón.
Su importancia para el género es fundacional: no sólo es el primer superhéroe, sino también establece una serie de premisas que serían copiadas hasta el hartazgo. Los superpoderes, la doble personalidad, la lucha por la causa del bien, la galería de super villanos... Y el personaje obtendría su apogeo durante la Segunda Guerra Mundial, cuando la industria del comic convirtió a los superhéroes en iconos de la lucha contra las fuerzas del mal, encarnadas por la Alemania Nazi.
A decir verdad, pasada la Segunda Guerra, prácticamente todos los héroes quedaron pasados de moda. Si bien el comic es un género de entretenimiento, ciertamente siempre tuvo algo de panfletario, por no decir fascista. Todos los superhéroes viven en Norteamérica y son adalides de la justicia (en términos casi escolares) pero, fundamentalmente, son fervientes defensores del modo de vida americano. Imagenes como Superman volando con la bandera americana son simbólicos de su expresión de deseo. Sus esquemas de colores (coincidentes con la bandera estadounidense), su victoria sobre villanos políticamente incorrectos - según quien defina la política -, sus discursos moralistas... no difieren demasiado de otros tipos de propaganda que, con caracter oficial, suelen (o solían lanzar) organismos oficiales de otros regímenes en otras trincheras. Sin ir mas lejos, la caducidad de personajes derivados del género como Capitán América o La Mujer Maravilla (ataviados con símbolos patrios norteamericanos) demuestran que son simples mecanismos de propaganda surgidos en tiempos en que una determinada cultura corre peligro, y que precisa incentivar el nacionalismo y la defensa de sus valores nacionales por encima de los foráneos. Incluso hoy en día uno puede ver animaciones art decó de propaganda de la Alemania Nazi, y ver el estilo de los cartoons de Superman dibujados por Max Fleischer (o incluso la moderna serie animada que la homenajea), y darse cuenta que se tratan de estilos similares, lados opuestos de una misma moneda. La única diferencia es que en Occidente, esa propaganda (subliminal o explícita, según se quiera) los clientes no sólo la consumen; también la compran voluntariamente en el kiosco.
El otro problema que degradó al género fué la falta de discurso interno de sus protagonistas (o su exacerbado estoicismo). Esa siempre fue una marca (y defecto) de fábrica de todos los personajes de DC Comics (la empresa evolucionada de la Action Comics). El punto máximo, en esta pendiente de decadencia, fue sin duda la serie televisiva de Batman de mediados de los sesentas, en irreverente tono de humor camp. Aceptar la credibilidad de un individuo disfrazado luchando por el bien en una época de auge del cinismo como fueron los finales del sesenta (con la derrota de Vietnam en ciernes y la muerte de adalides de los derechos civiles como Martin Luther King o John Fitzgerald Kennedy) era demasiado para la sociedad americana. Y no sería hasta que apareciera la Marvel en el mercado, con los maravillosos personajes humanizados (y hasta trágicos) de Stan Lee (el Hombre Araña, Hulk, X Men, Los 4 Fantasticos, etc) que el público comenzaría a reconciliarse con el género, viendo que estos paladines tanbién tenían conflictos personales similares a los nuestros. La DC demoraría en ingresar en ese proceso de humanización de sus personajes de punta, pero nunca tampoco se esforzó demasiado en quitarles la imagen de cartón pintado. Y posiblemente, entre todo el elenco oficial de DC, el que mejor asimilaría el cambio (y que lo acercaría a los niveles humanos de los personajes de la Marvel) sería Batman, no antes de que Frank Miller metiera las manos en el personaje. Por el contrario, DC se empeñaría en armar inmensos culebrones con versiones multitudinarias de sus personajes (el joven Superman, Supergirl, la Liga de la Justicia, etc.) lo que terminaría - de una vez por todas - por depurarse en la antológica historieta Crisis en Mundos Infinitos, matando a montones de superhéroes superfluos y generando un comienzo desde cero para los personajes más conocidos.
Dejando de lado esto, en el aspecto cinematográfico, Superman había sido objeto de series animadas como la de Fleischer, de seriales baratos en los años cuarenta (con Kirk Alyn), y de una exitosa serie televisiva en los 50, con George Reeves como el encapotado. Pero la falta de presupuesto, medios técnicos e ideas terminaba por reducir al personaje a un héroe que lidiaba con mafiosos o científicos de cuarta, y nunca con los supervillanos que poblaban naturalmente las páginas del comic original. Recién la oportunidad vendría a principios de los 70 cuando los Salkind (padre e hijo) intentarían hacer una adaptación a toda orquesta de la tira, con capitales abundantes y utilizando los últimos recursos técnicos de la industria.
Pero el mayor problema de llevar Superman al cine era, precisamente, los mismos Salkind. Avaros y problemáticos, los Salkind se llevaban de patadas con la mitad de la comunidad artística: pagaban mal y tarde, no cumplían sus contratos y casi siempre culminaban en pleitos judiciales. Curiosamente la suerte les sonreía en aquella época: habían tenido un gran éxito con Los Tres Mosqueteros (1973) - y su correspondiente secuela al día siguiente -, y ello les habilitó un lugar en la mesa de negociaciones con la Warner Brothers, los cuales terminaron cediéndole los derechos cinematográficos sobre el superhéroe de Krypton. Para lavar la fama de malos pagadores que los perseguía, los Salkind decidieron despacharse con una oleada de contratos suculentos destinados a seducir a los mayores talentos de aquel momento, los que iban desde la mega estrella en eterna decadencia Marlon Brando hasta el libretista de El Padrino Mario Puzo, eso sin contar a una enorme galería de famosos que incluía a Clint Eastwood, James Caan, Dustin Hoffman, Warren Beatty, Jon Voight y hasta Burt Reynolds, todos a los cuales les sería ofertado el papel del hombre de acero. Pero entre la temática de la película - considerada infantil para su época -, el trajecito con calzas, el mal recuerdo del destino de Adam West con su exitoso Batman de mediados de los 60 (que lo encasilló de manera definitiva en el papel y cuartaría el resto de su carrera hasta el final de sus días), y la fama de los Salkind, eran mas los que huían que los que se acercaban al proyecto. Desesperados, debieron ir en sentido contrario y se abocaron al casting de un desconocido, tras lo cual contratarían a Christopher Reeve (el que tenía hasta ese entonces apenas un par de papeles secundarios en telenovelas y tiras de tercera categoría). Mientras tanto, el filme necesitaba un director. Guy Hamilton - hacedor de Goldfinger, el filme que había transformado a la franquicia de James Bond en un éxito mundial - fué el elegido, pero su contrato apenas duraría unos meses. El problema resultó ser el período de pre-producción, el cual insumió una enorme cantidad de tiempo en Italia - no había manera alguna de que los efectos especiales con el traje azul y rojo de Superman resultaran convincentes (sea porque el traje se transparentaba con la pantalla azul, o porque los muñecos - y otros efectos prácticos - se veían horriblemente falsos) - y se devoró buena parte del presupuesto. Por un lado Brando traía de arrastre una vieja polémica con la exhibición de El Ultimo Tango en París - la que era considerada obscena en su época y por lo cual tenía una orden de arresto pendiente en Italia - y, por otro lado, los productores estimaron que los inconvenientes técnicos con el vuelo del superhéroe sólo podrían resolverse en Inglaterra... suelo que Hamilton no podía pisar debido a una antigua deuda de impuestos. Desligado Hamilton de su contrato, comenzó a sonar como reemplazante Steven Spielberg (que había creado cierta expectiva con el rodaje de Tiburón y venía muy bien recomendado por los directivos de los estudios), y Mark Robson, director de títulos como Los Puentes de Toko-Ri (1955) y El Expreso de Von Ryan (1965). Y aunque Robson era el finalista, los Salkind cambiaron de hombre a último momento al ver la calidad de la factura técnica acometida por Richard Donner en La Profecía (1976).
No pasó mucho tiempo antes que Donner y los Salkind entraran en cortocircuito. Comenzando por el libreto (de 400 páginas, una auténtica bestialidad considerando que una película promedio usa un guión típico de menos de 100 páginas), el cual era tan bizarro como infilmable. Era enorme, costoso, plagado de humor camp y desubicado, y saturado de personajes molestos. Donner trajo al libretista Tom Mankiewicz (un veterano de la saga de James Bond) para que le diera una pulida generalizada. Quitó escenas, bajó la dosis de humor, e incluso hizo varios aportes novedosos a la mitología del superhéroe (como la interpretación de que la S del traje responde al escudo de la casa paterna kryptoniana antes de ser una letra que simbolice el nombre de Superman). Los Salkind comenzaron a destilar bronca - ellos querían algo mas a tono del Batman de Adam West, pleno de humor irreverente - y comenzaron un tironeo que terminaría en una batalla sin cuartel entre director y productores. Mientras Donner se iba de tiempo y presupuesto - con un libreto que los Salkind odiaban -, los productores comenzaron a sabotear su trabajo, llamando al director Richard Lester para que lo monitoreara y le metiera presión en el set.
Es difícil evaluar el rol de Lester en esta historia: le cabe el papel de arribista, ingenuo o conspirador, dependiendo de cómo se lo mire. El tema es que los Salkind le debían dinero a Lester por su trabajo en la saga de los mosqueteros y, al no pagarle, el director se veía obligado a hacerles juicio. La picardía estaba en que, cada vez que los Salkind perdían, podían optar por apelar el fallo en otra jurisdicción internacional, razón por la cual el litigio saltaba de un país a otro y se hacía interminable. El cómo un individuo como Lester - que debía sentirse enojado y estafado - terminó enrolado en la producción de un filme a manos de los mismos tipos que lo estaban arruinando, es todo un misterio. Quizás el argumento fue que, para poder cobrar, debía colaborar para que Superman fuera todo un suceso e hiciera el dinero suficiente como para abonarle; la otra razón posible es que los Salkind le prometieran el sillón de Donner en caso de que éste fracasara (y eso era algo que parecía tan evidente como inminente). No sólo Lester comenzó a actuar de mandadero alcahuete de los Salkind, sino que utilizó todo su fracasado pasado con éstos para intentar congraciarse con Donner... el cual terminó echándole Flit y desconfiando naturalmente de sus intenciones. Lo cierto es que esto se tradujo en un clima de tensión continua entre el equipo de filmación - desde técnicos a actores, los cuales apoyaban a Donner - y Lester y los Salkind, los cuales se manejaban con una prepotencia y desparpajo inusitados. Y cuando el presupuesto se salió de control y quedó en evidencia que el dinero no alcanzaba para hacer un megafilme de Superman de mas de 3 horas (o, al menos, dos películas rodadas palmo a palmo para optimizar los costos), los Salkind bajaron el pulgar y centraron sus escasos dólares remanentes en terminar la filmación de Superman I... lo cual culminaría con el despido de Donner como castigo por su falta de sumisión frente a los deseos de los productores.
Desde ya, todas estas desprolijidades trajeron consecuencias. Los Salkinds pusieron al sumiso Lester al frente de Superman II, el 80% de la cual ya había sido rodada por Donner. Por otra parte se dedicaron a escatimar y dilatar todo tipo de pagos para reponer el dinero de sus bolsillos, aún cuando Superman: la Película resultó siendo un taquillazo tan descomunal que los dejó mas ricos que antes. Esto se tradujo en nuevos juicios por regalías impagas, los cuales esta vez estaban siendo impulsados por Brando, Puzo y Donner. La desproporcionada voracidad financiera de los Salkind terminaría afectando a todos los productos posteriores de la franquicia, ya sea produciendo secuelas baratas, subarrendando la saga a un estudio tan horrible y mediocre como la Cannon Films de Golan Globus (que haría Superman IV y mataría definitivamente la serie), generando espantosas versiones especiales para televisión (sobreinfladas con hasta 45 minutos extra para facturar mas por minuto emitido), y culminando con un tremendo fracaso como fue Supergirl en 1984. Y justo cuando parecía que los Salkind se estaban remendando - produciendo la tira de Superboy (1988 - 1992), con buena crítica y respetable rating -, la gente de la Warner decidió no esperar mas y les hizo un juicio enorme para recuperar los derechos sobre el personaje. Al año siguiente el estudio se despacharía con su propia serie - Lois & Clark: Las Nuevas Aventuras de Superman (1993 - 1997) -, sacando definitivamente a los Salkind del juego de los superhéroes.
Considerando el enorme y tortuoso culebrón que tuvo tras bambalinas, resulta admirable de que el resultado final de Superman sea excelente. La clave es el director Richard Donner, el cual pudo filtrar todas las idioteces pensadas por los Salkind y tratar al superhéroe con un respeto formidable. Consideremos que en los 70s los comics eran considerados literatura de niños y adolescentes y, en cuanto al cine, la cosa no pasaba de algunos dibujos animados baratos y algún que otro serial hecho con dos pesos. Digo: era considerado un género de segunda o tercera categoría, y difícilmente era valorado como un evento artístico serio. Lo que hizo Donner es tomar a un tipo con calcitas y capa roja, y convertirlo en un enviado que vino del espacio a salvar al mundo. No recargó las tintas en el aspecto mesiánico de Superman - algo que sí harían las versiones de Bryan Singer y Zack Snyder -, sino que se centró en el camino del héroe: este hombre, antes de volverse un personaje importante, deberá afrontar un largo y complicado proceso de formación, el cual terminará por convertirlo en un hombre justo. Al ver su derrotero, entendemos las razones por las cuales Superman actúa como un ser de bondad y justicia; sin semejante preámbulo sólo obtendríamos un boy scout disfrazado haciendo hazañas ridículas orquestadas con efectos especiales de discutible calidad.
Para construir semejante credibilidad, Donner elabora una perspectiva realmente épica. Todo es gigantesco y majestuoso, salpicado por un tinte melancólico que evoca a las grandes gestas del cine norteamericano. Los planos de Smallville y de la granja Kent no parecen pertenecer a una vulgar viñeta de comic sino a una secuencia perteneciente a Lo que el Viento se Llevó, Los Diez Mandamientos o El Manto Sagrado, filmes en donde el paisaje es también protagonista. La gente se empequeñece en semejantes escenarios, el espectador se abruma con su belleza, la emotividad se dispara con la refinada partitura de John Williams. Es una interpretación tan magnífica como minimalista - un par de personas en una llanura inmensa, un muchacho en medio del Artico -, la que sirve para subrayar tanto la soledad que viven estos personajes, así como sus conflictos internos. Y esas cuestiones sólo se resuelven viajando. En tal sentido uno puede interpretar a Superman como una road movie: primero el protagonista va de Kryptón a la Tierra, después (para quemar otra etapa de crecimiento) necesita viajar al Artico; y por último, cuando ha madurado, debe llegar a la gran ciudad.
Pero esta escalada de crecimiento sólo puede ser posible en un contexto plagado de valores tradicionales. Las imagenes de juventud de Superman parecen extractadas de las publicidades antiguas de Coca Cola de la década del 50. En ese sentido Clark Kent no deja de ser un americano típico y ultraconservador, un individuo formado a la antigua. Por Dios, este tipo puede destrozar el mundo y convertirse en un emperador malvado de todo el planeta con el sólo chasquido de sus dedos, pero sus mayores conflictos pasan por su incapacidad para salvar mas gente, hacer mas cosas buenas o conocer mas de su origen. Es un individuo tremendamente blanco de espíritu, un boy scout venido de otro planeta y con menos maldad que un monaguillo de misa dominguera. Ni siquiera lo atormenta ser el último de su especie, hallando consuelo a su singularidad en la protección de una raza inferior, atrevida e inconsciente, una vocación de ayuda que roza lo religioso. Tal como Jesús, su formación - humana y extraterrenal - lo han convertido en una persona única - y no sólo por ser el último kryptoniano, sino por haber amalgamado los valores morales de dos culturas en una única, nueva y consistente mentalidad -. Quizás la reducción de los conflictos personales de estos personajes a términos tan simples contribuya a la efectividad del filme. Aquí no hay sicologías complicadas ni retorcidos traumas que amenacen al héroe; él es una fuerza del destino que acepta todo lo que se le pone adelante, y sus mayores problemas consisten en la demora de la respuesta a dos o tres preguntas puntuales.
Desde ya todo resulta emocionante en la primera parte. La espectacular visión de Krypton, el encarcelamiento de los villanos alienígenas, el apocalipsis del planeta; los Kent recogiendo al chico y dándole el calor humano que precisa para completar su proceso...definitivamente son secuencias de gran cine, momentos que definen a Donner en el apogeo de su talento. Y, cuando la historia se ve forzada a convertirse en mas mundana - con Clark Kent adulto, haciendo una torpe imitación de Cary Grant para camuflar su invencibilidad -, Donner se da maña para diluir las bobadas del libreto, dándole espacio a los actores para que se luzcan. Es un filme de grandes perfomances, especialmente por la sutileza que maneja Christopher Reeve - el cual siempre será el único y definitivo Superman -. Con facilidad pasa de la dureza a la fragilidad y el sentimiento a flor de piel, un rango que lo aleja de ser simplemente un tipo alto y recargado de músculos como para exhibir con elegancia el traje de superhéroe. El tema es el contrapunto con Margot Kidder / Lois Lane, con la cual posee una química enorme. Siempre he estado en contra de la elección de la Kidder para el papel, pero con los años me he ido amigando con la actriz y, aunque no se vea bella ni tan joven como Reeve, tiene el espíritu picante que precisa su personaje. Sus miradas de embelesamiento con Superman son impagables, y son ellos los que se llevan puesto el filme en sus hombros. Qué importa si se notan que son maquetas, que el traje de Superman se vea verde en ciertas escenas con fondo superpuesto, o que las acrobacias no resulten creíbles; la credibilidad pasa por tener a personajes adorables en el centro de la pantalla, y éstos son dos de lo mejor de su especie.
También me he amigado con Gene Hackman, ya que su Luthor siempre me pareció excesivamente burlón... pero uno termina por encontrarle la gracia. A final de cuentas ésta es una versión estoica de Superman, con un mundo definido en trazos blancos y negros, y donde el villano es mas una excusa para que el héroe se luzca, que una verdadera amenaza que termine sembrando pánico entre la platea. Uno tendrá que esperar hasta el Joker de Jack Nicholson (en la versión 1989 de Batman) para ver en acción a un malvado realmente estremecedor y retorcido.
Considerando la antigüedad (y lo artesanal) de los efectos especiales, éstos siguen viéndose mas que dignos en la mayoría de los planos. Ok, ahora todo es CGI y trucos por computadora, pero en 1978 los directores de cine venían de una escuela clásica (no de la MTV) y privilegiaban al drama antes que a los adornos que suponen los efectos especiales. Superman 1978 no será tan abrumador como Superman Returns o, siquiera, esa orgía de FX que supuso El Hombre de Acero, pero es mucho mas emocionante ya que uno se preocupa profundamente por la suerte de la gente que está en pantalla, no porque al tipo se le vean los cables o se note que se trata de una maqueta de cartón pintado.
Superman es un filme grandioso. Emociona, entretiene, lo deja a uno con el corazón bien en alto. Quizás el punto sea porque uno se encariña con el personaje, sufre con él y quiere que le vaya lo mejor posible. Aquí las cosas son simples y épicas - no como ese desastre contradictorio y rebuscado que supone la primera parte de El Hombre de Acero, y que recrea (mal) buena parte de esta misma historia -, lo que le construye una excelente base para que el personaje se explaye y se luzca en la segunda parte del filme. Este es un hombre admirable no por sus superpoderes o por su gran bondad, sino porque posee su propia filosofía, una voz distintiva y única que le indica lo que debe hacer con esos enormes dones que el destino le ha dado. Y cuando el conflicto humano se desarrolla y se subraya en una historia de estas proporciones, lo que obtenemos es un filme memorable, uno que marcaría el camino a toda una generación de entusiastas y los cuales terminarían generando una oleada de adaptaciones de comics de superhéroes, una tendencia que continúa hasta nuestros días.
miércoles, 10 de diciembre de 2014
¿Que es Metrópolis del Cine?
Este blog esta pensado como un medio para trasmitir los que opinamos de las diferentes películas y series de tv que han salido o que están por salir, por ahora no se subirá ninguna critica pues aun estamos pensando en el formato con el que se escribirán las criticas, pues queremos ser lo mas originales posibles, espero que este blog sea de su agrado, aquí un mosaico con las primeras 7 películas que criticaremos
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